El aceite esencial que se obtiene de las bayas de este arbusto, fue quizás uno de los primeros que los hombres lograron producir, remontándose a la prehistoria, la más antigua constancia de su elaboración. Además, la historia del enebro nos relata que es la única entre las especias originaria de Europa.
Desde los sumerios, babilonios y egipcios, pasando por los griegos y luego por los romanos, los cristianos, en la Edad Media y ya concluyendo los siglos XIX y XX, el enebro ha dejado huellas en la historia de distintas civilizaciones.
Que dice la mitología y otras huellas antiguas en la historia del enebro.
El uso del enebro queda anotado en la mitología sumeria y griega, a través de la diosa Inanna y la sacerdotisa Medea respectivamente, quienes hacían uso de esta especia para desarrollar sus artes.
Asimismo, los egipcios lo emplearon en diversos rituales, sobre todo los funerarios, como queda constancia en los hallazgos de la Tumba de Tutankamon.
También los babilonios, sumerios, griegos, romanos y tibetanos prepararon sahumerios e inciensos de enebro para purificar sus ambientes. Plinio el Viejo y Claudio Galeno, de la antigua Roma, en sus tratados recomiendan su uso como especie.
Dos menciones en la Biblia, marcan pauta en la historia del enebro como salvador del Profeta Elías y de la Sagrada Familia, así como Santa Hildegarda de Bingen, famosa abadesa alemana, promocionaba las bayas del enebro como remedio pulmonar.
Igualmente, muchos monjes de la Italia del siglo XI, acumularon el enebro de manera particular a los fines de elaborar diversas pociones medicinales, así como elixires.
Conoce otras etapas importantes en la historia del enebro.
Durante la Edad Media, el uso continuado de las ramas y gálbulas del arbusto, hacen que ciertas historias del enebro se mantengan vigentes. De ese período data la quema de las raíces, ramas y frutos que se efectúan para tranquilizar a divinidades infernales y alejar malos espíritus.
Por otro lado, pero en esa misma época, la Escuela Medica Salernitana mantiene un empleo constante del enebro, para curar infecciones pulmonares que atacaban constantemente a la población.
Ya en el siglo XIX, Sebastián Kneipp, sacerdote y médico naturista alemán, se inscribe en la historia del enebro al prescribir su uso para curar la gota y el reumatismo, no siendo el único que muestra interés curativo por la especia, ya que en los hospitales franceses de esa misma centuria, se hace común quemar ramas del árbol para desinfectar las habitaciones y evitar el contagio de la mortal viruela.